jueves, 21 de febrero de 2008

Àngel gonzàlez





BOSQUE


Cruzas por el crepúsculo.

El aire

tienes que separarlo casi con las manos

de tan denso, de tan impenetrable.

Andas. No dejan huellas

tus pies. Cientos de árboles

contienen el aliento sobre tu

cabeza. Un pájaro no sabe

que estás allí, y lanza su silbido

largo al otro lado del paisaje.

El mundo cambia de color: es como el

eco

del mundo. Eco distante

que tú estremeces, traspasando

las últimas fronteras de la tarde.

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